La conclusión del último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU es categórico: nuestros hábitos alimenticios pueden salvarnos o abocarnos hacia un desastre medioambiental sin precedentes.

Los 107 expertos que han elaborado el documento advierten que el 37% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero se producen a partir de la producción mundial de alimentos; el 23% proviene de la agricultura, la deforestación y los incendios forestales. Además, se derrocha entre un 25 y 30% de la comida que se produce en el planeta, que es responsable de un 10% de las emisiones globales. 

El cambio climático aumenta la frecuencia e intensidad de las sequías, las inundaciones y las olas de calor, que pueden destruir irreversiblemente los ecosistemas naturales y provocar escasez de alimentos.

Por otra parte la deforestación y la agricultura también alimentan el calentamiento global al debilitar la capacidad de la tierra para extraer dióxido de carbono de la atmósfera y emitir grandes cantidades de gases de efecto invernadero.

Los científicos dicen que debemos cambiar inmediatamente la forma en que administramos la tierra y producimos alimentos, además de comer menos carne para detener la crisis climática.

La ONU nos pide que, a partir de ahora, pongamos especial atención a nuestro menú. El ideal, según un ecologista de Greenpeace, es aquel compuesto por ingredientes vegetales, «con más frutas y verduras», con cereales y semillas. Más que dejar de comer carne, la clave está en reducir su consumo y comprando «productos animales procedentes de pequeñas explotaciones, más sostenibles, ecológicas y de cercanía». Además, repensar la manera en que se producen y consumen los productos alimenticios ayudaría a disminuir el número de personas con sobrepeso (2.000 millones) y de individuos malnutridos (un total de 800 millones) en todo el mundo.

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